Hasta 1986 conformaba conjuntamente con la Región Autónoma del Caribe Sur el Departamento de Zelaya

Origen Terminado el periodo de la guerra en nuestro país, el gobierno ganador presidido por doña Violeta Barrios Viuda de Chamorro, y el gobierno de la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS) presidido por Alvin Guthrie repartieron tierras a los desmovilizados de la guerra; esta tierras fueron repartidas a la resistencia nicaragüense y como resultado de esta acción, un 13 de septiembre de 1990 se fundó la comunidad Nueva Atlanta, posteriormente paso a llamarse polo de desarrollo Daniel Guido Sánchez. Para la selección del lugar según cuenta el señor Francisco Trujillo (solin) ¨fue iniciativa de la resistencia nicaragüense con ordenes de los altos funcionarios, se escogió un lugar junto al rio Punta Gorda, el propietario de estas tierras era el señor Santos Escobar Carmona¨ este señor al enterarse que sus tierras iban a distribuirlas a ex combatiente de la resistencia se opuso, pero después de varias reuniones el cedió y dio la autorización de entregar las tierras a cambio de su reubicación al otro lado del rio Punta Gorda. Las primeras familias que llegaron a la comunidad arribaron en el año 1991; la segunda fase en el año 1993. Estas familias eran originarias de varias partes del país, había familias del departamento de León, Managua, Matagalpa, Chontales y de la zona de Bluefields. Las primeras familias las detallamos a continuación.

Francisco Trujillo (Solin) y Cándida Solano. Pablo Sáenz (Galileo)y Pedro Polanco y Ángela Pérez. Andrés García y Pastora Alemán. Juan García (Siervo) y Erlinda Ortega. Andrés Luna (Sancudo) y Marcelina Jirón. Juan Sánchez (misura) y esposa. Antonio Escobar y Florencia Carmona.


En 1987, tras una sangrienta guerra, se aprobaba la Ley de Autonomía (Ley 28) por la que se creaban las Regiones Autónomas del Atlántico Sur (RAAS) y del Atlántico Norte (RAAN). De esta manera, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), sobre la base teórica de la autonomía regional, daba salida a unas reivindicaciones que pasaban del plano militar al político respondiendo, en parte, a las demandas de los pueblos indígenas y afrodescendientes de la Costa Caribe nicaragüense. Sin embargo, a más de 20 años de la aprobación de la Ley 28, sus derechos legales e históricos sobre sus territorios y sus formas de organización política siguen sin ser respetados. Entre los factores que contribuyen a ello los grupos afectados destacan el carácter partidario de los Consejos Regionales y sobre todo la presencia mayoritaria en ellos de los partidos nacionales plegados a los intereses centralistas del Estado. La entrada en vigor en 2003 de la Ley 445 ha supuesto un nuevo paso adelante del movimiento indígena. Por un lado, establece el marco legal desde el que poder llegar a titular sus territorios; por otro, se concretaba en el contexto nacional y regional el papel de las formas tradicionales de organización política de las comunidades. Una ley que, sin embargo, se ha visto obstaculizada en su realización efectiva por el propio centralismo estatal.

La colonización británica y el Reino de la Mosquitia

La historia de los litorales Pacífico y Atlántico de Nicaragua recorrieron caminos separados hasta finales del s. XIX. Así, mientras el Pacífico era colonizado por los españoles violentamente y sobre la base de la ocupación territorial de la zona, la Costa Atlántica lo era por los británicos con métodos muy diferentes. Fue a comienzos del s. XVII cuando los primeros británicos llegaron al Caribe nicaragüense con un doble interés: crear aliados que fortalecieran su posición frente a la supremacía española en la región y entablar relaciones comerciales con los habitantes de la Costa Atlántica. Estas relaciones se establecieron de manera directa con los miskitu, quienes a cambio de provisiones y trabajo recibían, entre otras cosas, armas de fuego[1]. Esta colonización “blanda”, sin embargo, también tuvo su efecto en las propias formas de organización política de los miskitu. Así, frente a sus tradiciones políticas comunitarias, los ingleses crearon en 1687 el Reino de la Mosquitia así como la figura del Rey, destinado de manera casi exclusiva a servirles de enlace en los intercambios comerciales. Los costeños interpretan mayoritariamente esta época tal y como lo hace Keneth Fox, miembro del Consejo Regional de la RAAS por el partido creole Coast Power y antiguo Presidente Comunal de Pearl Lagoon y del Territorio de las 10 Comunidades Indígenas y Afrodescendientes de la Cuenca de Laguna de Perlas: en aquella época “nuestros pueblos vivían una autonomía real, tenían derecho a sus propias formas de gobierno; manejaban sus recursos naturales, su propio sistema de educación y justicia, etc.”. Una opinión que comparte, con matices, Mirna Cunningham[2], para quien los ingleses ejercieron el “control de la superestructura económica mientras había espacios de autonomía propios”.

El fin del protectorado y la “reincorporación” de la Mosquitia

La supremacía británica en la zona se mantuvo hasta mediados del s. XIX, cuando EEUU comienza a mostrar su interés por ejercer el control sobre la región. Producto de su progresiva presencia en la Costa Atlántica y en Nicaragua, en 1860 los británicos firman con el Gobierno de Nicaragua el Tratado de Managua, por el que se comprometen a abandonar la región dejando la Reserva de la Mosquitia “asignada a los indios mosquitos”, otorgándoles el derecho de “autogobernarse según sus costumbres y regulaciones propias dentro del territorio de la reserva”, aunque en su horizonte estaba más la intención de que se mantuviera la monarquía por ellos creada que sus tradicionales formas comunitarias de organización política[3]. Sin embargo, la realidad fue que la creciente presencia estadounidense en la zona convirtió la Reserva en una típica economía de enclave por parte de un país que esos momentos se encontraba inmerso en plena Doctrina Monroe. A pesar de que el Tratado de Managua asumía que el territorio de la Mosquitia “no puede ser cedido por ellos (los miskitu) a ninguna persona o estado extranjero, sino que quede soberano bajo la República de Nicaragua”, lo cierto es que la Costa Atlántica nunca había sido parte de Nicaragua. No es hasta 1894 que el Presidente Zelaya proclama vía militar, la “reincorporación” de la Mosquitia naciendo así la actual Nicaragua. El proceso que se inicia con el fin de la Reserva Mosquitia y la creación del Departamento de Zelaya (que ocupaba la mitad de territorio nicaragüense) culmina en 1905 con la firma del Tratado Harrison-Altamirano, que anula el Tratado de Managua y por el que Inglaterra reconoce la incorporación de la Mosquitia a territorio nicaragüense. Asimismo, el Tratado “otorga el derecho de tierra a la población, no como propiedad comunal, sino una manzana[4] por familia, dentro de los límites de la comunidad”[5]. No obstante, la ausencia del Estado en la zona y la creciente injerencia estadounidense en Nicaragua, invasión e imposición de presidente incluidos, fueron fortaleciendo la economía de enclave de los EEUU en la Costa Atlántica. En la memoria colectiva costeña se mantiene la “reincorporación” como una afrenta que convertiría la histórica distancia y mutua desconfianza entre ambos litorales en una profunda animadversión de los costeños hacia los “españoles” (tal y como llaman a los habitantes del Pacífico). La “invasión”, que suponía para los costeños el fin de la autonomía de que gozaron durante el protectorado británico, marcaría la manera en que desde el Atlántico se interpretaría toda intervención llegada desde el Pacífico. Un primer ejemplo de ello lo encontramos en los ataques que en 1931 Sandino realiza a la United Fruit Company y a otras empresas estadounidenses radicadas en la Costa Atlántica. El hecho de que, debido al Crack del 29, las empresas estadounidenses comenzaran a abandonar la región dejando a la población sin trabajo, fue interpretado por los costeños de una manera particular: “para la población local la frase ‘la crisis de la economía mundial’ no tenía ningún significado, no explicaba absolutamente nada. Por lo tanto, en la memoria colectiva de los trabajadores y de la población costeña, el culpable del repentino y dramático final de la época bananera y maderera era el general Sandino por sus ataques contra las empresas extranjeras”. En definitiva, Sandino representaba para ellos, “otro caudillo español”[6].

La Costa Atlántica durante el somocismo

En 1936 y con la ayuda de EEUU, tras asesinar a Sandino y liderar un golpe se estado contra Sacasa, Anastasio Somoza García se convertía en Presidente de Nicaragua. Se iniciaba así una dinastía que duraría hasta la victoria de la revolución Sandinista en 1979. Durante los años del somocismo, sin embargo, la presencia del Estado nicaragüense en la Costa Atlántica siguió siendo mínima. Consecuencia de ello fue que el Caribe nicaragüense no experimentó, como sí hizo el Pacífico, las consecuencias de vivir bajo una dictadura y Somoza, de hecho, llegó a ser bien visto por los costeños, que no tenían información acerca de lo que ocurría al otro extremo de Nicaragua. A un mismo tiempo, se daba un segundo hecho que influiría en el choque que se produciría tras la llegada del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) al poder. La Iglesia Morava había llegado a la Costa Atlántica a mediados del s. XIX. El que, entre otros factores, establecieran una relación cercana a los miskitu en la que, por ejemplo, se preocuparon por aprender su lengua, hizo que a finales de ese mismo siglo la práctica totalidad de los miskitu ya se hubiera convertido al cristianismo moravo. El ser moravo llegó a ser parte de la identidad miskitu y los pastores de las comunidades se convirtieron en sus líderes[7]. Tras la Primera Guerra Mundial, la Iglesia Morava se trasladó de Alemania a EEUU con lo que su perfil ideológico se redefinió hacia un fuerte anticomunismo. Este hecho, sumado a la acción de los misioneros y la llegada de ayuda internacional proveniente de EEUU, hizo a los miskitu sentir a los EEUU como aliados frente a la amenaza constante del Pacífico nicaragüense y, más tarde, de los “comunistas ateos”. Un sentir que, sin embargo, se construía no sólo sobre el conocimiento parcial acerca de los verdaderos intereses estadounidenses en la zona, sino también sobre los planes que EEUU llevaba a cabo con Somoza en territorio indígena. Así, desde 1940, Somoza con ayuda del Banco Mundial y de los EEUU, comenzó una colonización desde el Pacífico hacia las zonas centrales del país primero, y hacia territorios indígenas más tarde que, sin tener en cuenta sus derechos sobre las tierras comunales, supuso el comienzo del avance de la frontera agrícola hacia la Costa Atlántica.

La guerra por la autonomía

En 1979, la interpretación que se hizo en el Atlántico de la victoria sandinista fue muy diferente a la hecha en el Pacífico. En la Costa Caribe la propaganda estadounidense se realizó sobre una base histórica que facilitó el profundizar en la idea de que el sandinismo era otra imposición de los “españoles”. A que esta visión fuera modificada no ayudaron en absoluto las decisiones tomadas desde Managua. Al profundo desconocimiento que el sandinismo presentaba respecto a la realidad propia del Atlántico[8] y a la inquietud que provocaba en el Gobierno las reivindicaciones indígenas (que identificaban erróneamente con el separatismo), habría que añadir dos factores más. En primer lugar, la dificultad para interpretar desde las bases ideológicas del sandinismo las reivindicaciones indígenas. Así, en 1979, tras su primera reunión con representantes indígenas, Daniel Ortega declaraba que “ya no existen indígenas en Nicaragua porque la revolución representaba la terminación de cada tipo de discriminación étnica o racista”[9]. En segundo lugar, los recelos del sandinismo hacia una región, tradicionalmente influenciada por EEUU que podía convertirse en base de la agresión de este país contra la Revolución, impedían una comprensión clara de las reivindicaciones indígenas por parte del Gobierno de Ortega.